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Domingo 9 de Febrero, 2025
 
 
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"La historia de Daniel": el médico Julio Picón volvió con un relato de drama y suspenso

Luego de la trascendencia que tuvieron las historias sobrenaturales que contó Julio Picón en el marco de Halloween, el médico volvió a su perfil de Twitter con un nuevo relato de drama y suspenso.

El personaje principal es Daniel, casado hacía 20 años con Andrea, con quien tuvo cuatro hijos y a quien engañó con Mariana, su secretaria.

El hombre decidió terminar su aventura y continuar su matrimonio, por lo que Mariana lo llamó y concretó una cita en un café, donde, entre otras cosas, le contó que "una gitana me leyó el futuro y me dijo que mi felicidad estaba a tu lado".

Sin embargo, Daniel estaba decidido, retomó su vida con Andrea y cambió de trabajo, hasta que un día empezó a notar un problema físico que lo llevó a consultar en vano con varios dermatólogos, ninguno pudo encontrar la causa.

El relato de Julio Picón tuvo un final fatal: Daniel terminó demacrado, había perdido su estado atlético y todo su pelo, quedó en una camilla y en postcirugía, "no pudo más".

La historia

La aventura terminó mal. Andrea descubrió que su esposo, Daniel, tenía una relación con su secretaria Mariana.

Con 20 años de matrimonio y 4 hijos, Daniel escogió mantener su vínculo y dar por terminada su experiencia extramarital.

Mariana no se resignó y decidió dar pelea.

Llamó a Daniel y concertó una cita en un café, para terminar en buenos términos una relación que había sido consensuada por ambos, y que creían que duraría para siempre.

- Mirá Daniel. ambos sabemos que somos el uno para el otro. Conozco cada región de tu cuerpo - dijo Mariana.

Y continuó: "Podés quedarte con tu mujer, pero el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo. Una gitana me leyó el futuro y me dijo que mi felicidad estaba a tu lado.

Además si ya fuiste infiel una vez... Perderás el pelo pero no las mañas."

Mariana intentó llorar, y fingió.

Daniel estaba decidido. Le dio un frío beso en la mejilla y se subió rápido a un auto que lo esperaba.

Las cosas con Andrea no fueron fáciles. Los recuerdos estaban siempre allí, presentes.

Aún así, Daniel siguió con su vida. Cambió de trabajo y disimuló cada reclamo de su mujer.

Una mañana, Daniel se levantó, se fue al baño y se horrorizó al descubrir que sobre el parietal derecho, le faltaba un mechón de cabellos, como si alguien le hubiese arrancado. Se acarició la zona alopécica y pensó que se contagió un hongo, una tiña quizás.

Al día siguiente, la zona sin cabellos parecía más grande, y por detrás de la oreja también pudo apreciar otra región descubierta. Su mujer también notó la alopecia  y le sugirió consultar con un dermatólogo.

Consultó con uno, luego con otro, pero nadie encontraba una causa.

Probó con cremas, lociones, champús. Ninguna terapia resultaba. Daniel cada vez estaba más pelado.

Y esta calvicie lo deprimía. Dejó de comer, perdió peso y dormía poco, no más de 2 horas por día.

Los brazos se transformaron en delgadas ramas secas. Los ojos, hundidos y vacíos.

El abdomen creció, tornándose globuloso y tenso. Los pies se le habían hinchado y  nada quedaba de su físico deportivo y trabajado. Era un cadáver viviente.

Un sábado a la noche, se descompensó. Le faltaba el aire y acusaba un dolor abdominal insoportable.

Lo llevaron de urgencia. En la guardia lo evaluó el cirujano y después de observar los estudios solicitados decidió operarlo. Advirtió a los familiares sobre el estado de Daniel. Estaba muy débil. Podría no sobrevivir a la cirugía. Pero si no lo operaban, moriría igual.

En el quirófano, el cirujano se sorprendió del tamaño del tricobezoar gástrico. Era el más grande que habían operado hasta entonces. Sacaron fotos para sus registros.

El anestesista hizo todo su esfuerzo, pero el deterioro del estado general del paciente pudo más.

Daniel quedó sobre la camilla quirúrgica, demacrado, sin cabellos, con una depresión oculta, una manía imperceptible, una aventura amorosa frustrada y resentida, y una venganza psiquiátrica que lo llevó a la muerte.